Parroquia Nuestra Señora de la Candelaria

Comunidad que va al Encuentro con Jesucristo vivo.

Monday, May 22, 2006


Vista nocturna

"Oración de la semana"

A propósito de Pentecostés

Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María tu bien amada esposa.

Ven Espíritu Santo, ven, enciende los corazones de tus fieles.

Ven Espíritu Santo, ven, nosotros hemos recibido el cuerpo y la sangre de Jesús, llénanos con Su espíritu, Su pureza y Su bondad.

Ven Espíritu Santo, ven, penetra con tu luz la parte más profunda de nuestras almas, refuérzanos con gran fe, vístenos con tu amor e ilumínanos con tu sabiduría.

Ven Espíritu Santo, ven, renueva nuestras mentes y nuestros corazones, sana nuestros cuerpos y nuestras almas.

Ven Espíritu Santo, ven, satúranos con Tu presencia y santifícanos.

Ven Espíritu Santo, ven, haz que cada palpitar de nuestros corazones sea una canción de alabanza, de bendición, de agradecimiento y de gloria a Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, substituye nuestros corazones fríos por los hornos vivos de amor ardiente por Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, haz de cada célula de nuestros cuerpos un altar santo de adoración y servicio a Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, deja que la paz reine entre nosotros, la paz que Jesús nos ha dado.

Ven Espíritu Santo, ven, haz que nos enteremos de la presencia viva de Dios siempre. Ven Espíritu Santo, ven, ilumina nuestras mentes con la sabiduría del corazón.

Ven Espíritu Santo, ven, prepara nuestras almas como tabernáculos vivos de la Santísima Trinidad. Ven Espíritu Santo, ven, asume el control de nuestras vidas: actúa en nosotros, piensa en nosotros, haz tu voluntad en nosotros, para la gloria de Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, aumenta nuestra fe, esperanza y amor, danos la gracia para hacer siempre la voluntad de Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, aumenta nuestra dependencia por los Sagrados Corazones de Jesús y María.

Ven Espíritu Santo, ven, enséñanos a abrir nuestros corazones y nuestras vidas a la Voluntad de Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, haznos mantener la Palabra del Señor constantemente.

Ven Espíritu Santo, ven, inspíranos a ser santos y perfectos.

Ven Espíritu Santo, ven, enséñanos a entregarnos a Dios, recuérdanos constantemente de imitar a María tu digna y amada esposa.

Ven Espíritu Santo, ven, reza por nosotros en todo momento, incluso si no te entendemos, alaba a Dios sin cesar, enséñanos a adorar en espíritu y en verdad.

Ven Espíritu Santo, ven, Espíritu de Jesús el sol de la justicia. Deja tus rayos de sanación toquen nuestros corazones, nuestros cuerpos y nuestras almas y sánanos de todas las heridas que impiden nuestra perfecta relación con Dios.

Ven Espíritu Santo, ven, bautízanos con tu fuego consumidor y sanador del amor.

Ven Espíritu Santo, ven, toca los corazones de todos los no creyentes y de todos los pecadores, conviértelos a Jesús, llénalos de arrepentimiento y del espíritu de la conversión.

Ven Espíritu Santo, ven, enciende el fuego de adoración en las almas tibias.

Ven Espíritu Santo, ven, enséñanos a amarnos los unos a los otros como Jesús nos ha amado.

Ven Espíritu Santo, ven, llénanos con tu bondad, y enséñanos a compartir y a ser compasivos.

Monday, May 15, 2006

"Anécdotas y cuentos de la semana"

A propósito del estreno de la película "código da Vinci" y el libro de Dan Brown, hemos conseguido el siguiente documento en www.arzobispadodelima.org muy bien argumentado y adecuada precisión.

La historia que Dan Brown, autor de El Código Da Vinci relata, es la siguiente: Robert Langdon, estudioso norteamericano y profesor de simbología religiosa en la Universidad de Harvard, se halla en París dictando unas conferencias. De pronto, es acusado del asesinato del curador del Museo del Louvre, Jacques Saunier, quien es hallado muerto en el mismo museo, desnudo y con un pentagrama y un mensaje en clave pintado con su sangre, mencionando además a Langdon. La policía piensa que Langdon es el asesino y trata de incriminarlo. Aparece en escena Sophie Neveau, criptóloga de la policía, y nieta de Saunier, quien convencida de la inocencia de Langdon, lo ayuda a escapar. El desarrollo de la novela muestra que Saunier pertenece a una sociedad secreta llamada “El priorato de Sión”, cuya misión es proteger el secreto más valioso de la historia, el Santo Grial. Pero no se trata del cáliz donde, según la leyenda, fue recogida la sangre de Cristo.

El Santo Grial es, en realidad, el vientre de María Magdalena, quien fue esposa de Jesús y con quien tuvo una hija, origen de la dinastía real francesa. Esta “verdad” fue ocultada por la Iglesia Católica, que cambió la historia y convirtió a Jesucristo en Hijo de Dios y Dios, siendo un simple maestro. Pero fue la sociedad secreta llamada “Priorato de Sión” quien tuvo a su cargo la protección de la descendencia de Jesús y de María Magdalena, considerada como una “diosa” femenina.

Entre los jefes del Priorato, destaca Leonardo Da Vinci, quien en sus cuadros y dibujos (como La Última Cena y la Monalisa) muestra las claves para descubrir este secreto. La Iglesia Católica trata de hacer desaparecer este gran secreto, y un monje asesino perteneciente al Opus Dei, el albino Silas, persigue a Langdon y a Sophie Neveau, que lo llevarán hasta el Grial. Huyendo, estos dos últimos van en busca de Leigh Teabing, un sabio inglés radicado en Francia, para que los ayude. Teabing los saca de Francia y les cuenta el significado del Grial. Al fin, en Inglaterra se descubre el misterio, y se revela que es Teabing quien está detrás de los asesinatos y ha manipulado al Opus Dei para que le obtengan el secreto tan buscado. Sophie resulta ser descendiente de Jesús y María Magdalena, y la novela termina con Langdon arrodillado ante la pirámide del Museo del Louvre, en París, adorando la tumba de María Magdalena, allí enterrada. Todo esto ocurre en el espacio de un día, a lo largo de 105 capítulos y 557 páginas de trepidante acción.

Se ha dicho que El código Da Vinci es una novela de ficción, y por eso no hay que tomarse tan en serio una obra de ese tipo. En primer lugar, las obras de ficción de suyo no mienten ni insultan, y pueden darse obras que a través de un relato ficticio sobre cuestiones reales mantengan cierta coherencia histórica. En el caso de El código Da Vinci, el autor no sólo deforma la realidad histórica que fundamenta su novela, sino que propone una interpretación ofensiva sobre Jesús y el cristianismo. El asunto es tanto más grave, cuanto que en la presentación, después de señalar como auténticos los documentos del Priorato de Sión (que por cierto, es un invento del siglo XX, creado como medio para estafar) y difamar al Opus Dei, dice: “Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces” (p. 11).

Dejando de lado los numerosos errores de tipo histórico, geográfico, artístico y de otro tipo que salpican la novela, señalamos los aspectos de tipo religioso y teológico que manifiestan las FALSEDADES que El Código Da Vinci divulga de modo irresponsable e ignorante.

Las fuentes del conocimiento de Jesús

Según El Código Da Vinci, la verdad sobre Jesús no está contenida en los Evangelios Canónicos que conocemos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) sino en otros evangelios, llamados “apócrifos” y que la Iglesia mantuvo ocultos para que no se conociera su mensaje. Estos libros, que supuestamente revelan la verdadera historia de Jesús, serían los “evangelios” de Tomás, de Felipe, de María, etc. Han sido encontrados en Qumram (1947) y en Nag Hammadi (1948), pero la Iglesia los escondió porque comprometía la doctrina “oficial” sobre Jesús (ver El código Da Vinci, p. 292).

La verdad es que los evangelios apócrifos son todos ellos más recientes que los evangelios canónicos. Hoy sabemos que los apócrifos fueron redactados en el siglo II, tal vez cien años después de la vida de Jesús, mientras que Mateo, Marcos, Lucas y Juan son del siglo I, muy cercanos al acontecimiento. Por otra parte, los así llamados “evangelios apócrifos” transmiten doctrinas heréticas, y niegan aspectos fundamentales sobre Jesús, cosa que no hacen los evangelios canónicos.

Dan Brown ignora que en Qumram se encontraron sobre todo documentos judíos. Y por otra parte, miente cuando dice que la Iglesia escondió los apócrifos. La verdad es que estos libros siempre fueron conocidos y la Iglesia los estudió porque, a pesar de sus errores ofrecen datos interesantes sobre los primeros siglos de la historia del cristianismo. Hoy día, estos “evangelios apócrifos” pueden comprarse en cualquier librería católica.

La persona de Jesús

Según la novela, Jesús habría sido un simple hombre, un gran sabio con un mensaje revolucionario. Pero Jesús no era Dios. Se casó con María Magdalena, de la que tuvo una hija y cuyos descendientes viven hasta hoy. Esta “verdad” es la que describen los “apócrifos”, por eso la Iglesia los persigue con tanto encono.Este es el mensaje nuclear de El Código Da Vinci: la negación de la divinidad de Cristo. Con esto, se rechaza de plano la fe de la Iglesia que desde sus inicios ha proclamado a Jesús como Dios, y ha defendido esta fe de todos los ataques y negaciones.

La ignorancia de la novela es patente cuando dice que los “apócrifos” enseñan que Jesús es un puro hombre y que no es Dios, y que se casó con María Magdalena. Los “evangelios apócrifos” pertenecen a una corriente herética de inicios del siglo II llamada “gnosticismo”, que profesa que Jesús, siendo Dios, no es verdaderamente hombre (todo lo contrario de lo que afirma Dan Brown). Por otra parte, ninguno de los apócrifos afirma que Jesús haya estado casado con Magdalena, y mucho menos que haya tenido hijos de ella. Es un invento del autor de la novela.

Todo el Nuevo Testamento, escrito en el siglo I afirma claramente que Jesús es Dios (ver Jn 1, 1; Jn 20, 28; Rom 9, 5; Flp 2, 11; Tit 2, 13 y passim). Es también la enseñanza firme de los Padres de la Iglesia de los siglos II y III, como San Ignacio de Antioquía, San Justino Mártir, San Ireneo de Lyon, y de doctores como Orígenes de Alejandría y Tertuliano de Cartago. Para la Iglesia, la divinidad de Cristo es una verdad centralísima, presente desde los orígenes y que ha sido revelada por el mismo Señor Jesús. Por otra parte, tampoco en los Evangelios y en las cartas de Pablo o en los escritos de San Juan podemos encontrar algún dato que señale que Jesús se casó con María Magdalena. Eso no es más que una invención y una mentira más de las muchas que contienes esta obra. El Evangelio es claro en afirmar que Jesús se mantuvo célibe durante toda su vida.

María Magdalena

La novela presenta a María Magdalena como esposa de Jesús. Su vientre es el “Santo Grial”, es decir el receptáculo de la sangre (= descendencia) de Jesús. Indica el autor que Jesús encomendó su Iglesia a María Magdalena, y que en ella se vivía la religión de “la diosa”, es decir, el culto de lo femenino como Dios. Esto también lo describen los “evangelios apócrifos”. Pero la fracción de Pedro (de tendencia machista) triunfó y eliminó a María Magdalena de la escena, ensombreciendo su figura e instaurando un culto machista.

Esta es la parte más llamativa de la novela, y lo que suscita cierta curiosidad morbosa en unos y escándalo en otros. Pero no es sino otra de las mentiras de El Código Da Vinci. Se trata de un tema ya conocido, propuesto en la película Jesucristo Superstar, donde se ve a Magdalena enamorada de Jesús, y en la novela La última tentación de Cristo de Nikos Kazantzakis, obra por la que su autor fue excomulgado. Más aún, la idea de que el Grial es el vientre de María Magdalena, ha sido plagiada por Dan Brown de la obra de Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln, El enigma sagrado (1981; ed. española 1997), libro calificado de especulación ridícula, sin sustento científico.

Los “evangelios apócrifos” jamás dicen que Jesús encomendó a María su Iglesia y la religión del culto femenino, por la sencilla razón de que los gnósticos tenían una visión descaradamente machista y denigratoria de la mujer. Para los gnósticos, “toda mujer que se convierta en varón podrá entrar en el Reino de los Cielos” (Evangelio gnóstico de Tomás). Por otra parte, la Iglesia nunca ocultó la figura de María Magdalena.

En los Evangelios canónicos aparece como la primera en ver a Jesús resucitado, y la Iglesia, lejos de denigrarla o enterrarla en el olvido, la ha proclamado santa y le da un culto de veneración. Decir que ha sido esposa de Jesús es de una ridiculez y de una grosería inaceptables.

El cristianismo en la historia

En su novela, Dan Brown dice que fue el emperador Constantino quien, a través del Concilio de Nicea, en el año 325, hizo proclamar a Jesús como Dios, siendo que era un simple hombre. De este modo fue enterrada la verdadera religión de Jesucristo, que era la “religión de la diosa”, cuya representante era María Magdalena. La Iglesia ha mantenido oculto este secreto, y ha buscado a sus defensores para destruirlos, aunque algunos grupos, como los Templarios, la Masonería y el Priorato de Sión se encargaron de proteger a la descendencia de Jesús y de María Magdalena. Un grupo católico que incluso llega hasta el asesinato para obtener el secreto del Grial es el Opus Dei.

En este aspecto se mezclan la ignorancia y la malicia. Son pocas las obras en las que se ha podido reunir tantos disparates al mismo tiempo. Para comenzar, Constantino no proclamó “Dios” a Jesús mediante el Concilio de Nicea. Antes de dicho Concilio, ya se creía en Jesús como Dios, como se ha visto en el n. 2. El concilio de Nicea fue realizado para reafirmar la fe de la Iglesia contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Cristo, por tanto no proclamó nada nuevo, sino lo que se creía desde siempre. Los Templarios, que menciona la novela, eran una Orden militar y religiosa medieval cuyo cometido era proteger a los peregrinos que visitaban Tierra Santa, y no tenían por finalidad proteger secreto alguno.

No existe una Orden secreta llamada “Priorato de Sión” que se remonta al siglo XI y cuyos miembros han sido grandes sabios y artistas de la historia. Hoy sabemos que es una farsa inventada en 1956 por un grupo de pícaros con objeto de levantar dinero de los incautos (ver Massimo Introvigne. El Código Da Vinci: Pero la verdad es bien diferente). En cuanto a las menciones al Opus Dei, resultan infamantes y denigratorias y constituyen una burda manera de insultar y vilipendiar a la Iglesia Católica en una de sus instituciones.

Nueva Religiosidad y relativismo moral

Según la novela, la religión originaria de la humanidad fue “la religión de la diosa”, vinculada a la tierra y a la fertilidad. Esta fue la religión que Jesús reivindicó y que tuvo como símbolo a María Magdalena. En esta religión, el rito central es la unión sexual llamada “hieros gamos”, que simboliza la unión con la divinidad. Este tipo de religión fue protegido por los jefes del Priorato de Sión, algunos de los cuales fueron homosexuales, como por ejemplo Leonardo Da Vinci.

La denigración y el rechazo del cristianismo en El Código Da Vinci corren pareja con la propaganda a esta religión de lo femenino. Hay toda una exaltación de lo pagano, pero también de una visión feminista de la existencia, muy propia de la corriente llamada New Age. Por otra parte, la presentación de la homosexualidad como rasgo de distinción se inscribe dentro de la tendencia actual a presentar esta realidad como algo no sólo normal, sino incluso bueno y deseable. No se puede estar de acuerdo con esta visión relativista, contraria a la moral católica.

Aceptar una visión religiosa pagana como la propuesta por la novela, en la línea de la New Age, no es avanzar, sino retroceder. El cristianismo arrancó a los hombres de las garras del paganismo, con sus errores y esclavitudes, y los liberó del terror de los falsos dioses.

Por otra parte, la novela no dice que su tan mentado “hieros gamos” en realidad era “prostitución sagrada”, y las pobres mujeres que participaban en estos ritos no eran consideradas como diosas, sino como meros instrumentos para satisfacer los deseos de los hombres que buscaban la unión con la divinidad. Al eliminar esos cultos, el cristianismo liberó a la mujer de esa opresión religiosa y les devolvió su dignidad de personas.


Conclusión

Después de revisar todo este conjunto de errores, falsedades y difamaciones, no queda más que concluir que El Código Da Vinci es una novela llena de mentiras y ataques que pretenden pasar como verdades para denostar a Jesucristo y a su Iglesia.
El Señor Jesús nos dijo: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8, 32). Tenemos la certeza de conocer la verdad. Ella nos ha sido dada por Jesús y comunicada por la Santa Iglesia Católica. Lo que Ella nos enseña acerca de Jesús es la Verdad. Nosotros también podemos decir, al igual que San Pablo: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1, 12).

Fuente: Oficina de Pastoral, Arzobispado de Lima

Un perfil de san Agustín

Aurelio Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, hoy Souk Ahras (Argelia), Su familia no era rica aunque sí eminentemente respetable; su padre, Patricio, todavía era pagano, pero gracias a las virtudes que hicieron de Mónica el ideal de madre cristiana consiguieron, a la larga, que su esposo recibiera el bautismo y muriera en paz hacia el 371.

Agustín recibió una educación cristiana. Una vez, estando muy enfermo pidió el bautismo pero pronto pasó todo peligro y difirió recibir el sacramento, cediendo así a una costumbre de la época. “mi más tierna infancia llevaba dentro de lo más profundo de mi ser, mamando con la leche de mi madre, el nombre de mi Salvador, Vuestro Hijo; lo guardé en lo más recóndito de mi corazón; y aún cuando todo lo que ante mí se presentaba sin ese Divino Nombre, aunque fuese elegante, estuviera bien escrito e incluso repleto de verdades, no fue bastante para arrebatarme de Vos" (Confesiones, I, IV). Una enorme crisis moral e intelectual sofocó estos sentimientos cristianos. Patricio, orgulloso del éxito de su hijo en las escuelas de Tagaste y Madaura decidió enviarlo a Cartago a preparase para una carrera; mas, desgraciadamente, se necesitaban varios meses para reunir los medios precisos y Agustín tuvo que pasar en Tagaste el decimosexto año de su vida disfrutando de un ocio que resultó ser fatal para su virtud. Cuando llegó a Cartago a finales del año 370 se encuentra con el libertinaje de otros estudiantes, los teatros, la embriaguez de su éxito literario y el orgulloso deseo de ser el primero en todo, incluso en el mal. Al poco tiempo se vio obligado a confesar a Mónica que se había metido en una relación con la persona que dio a luz a su hijo (año 372),. Al evaluar esta crisis deben evitarse el extremo de ver a Agustín como un “perdido”. No obstante puede decirse que Agustín, incluso en su caída, desde los diecinueve años tuvo un sincero deseo de romper con sus costumbres. De hecho, en 373, después de leer el "Hortensio" de Cicerón, de donde absorbió ese amor a la sabiduría que Cicerón elogia tan elocuentemente, se manifestó en su vida una inclinación totalmente nueva para él. A partir de entonces, Agustín consideró la retórica únicamente como una profesión; la filosofía le había ganado el corazón.

Desgraciadamente, tanto su fe como su moralidad iban a atravesar una crisis terrible. En este mismo año, 373, Agustín y su amigo Honorato cayeron en las redes de los maniqueos, herejía que Mani (215-276) había introducido en África hacía apenas cincuenta años. El mismo Agustín nos dice que se sintió seducido por las promesas de una filosofía libre sin ataduras a la fe; por los alardes de los maniqueos, que afirmaban haber descubierto contradicciones en la Sagrada Escritura; y, sobre todo, por la esperanza de encontrar en su doctrina una explicación científica de la naturaleza y sus más misteriosos fenómenos. Además, Agustín se sentía atormentado por el problema del origen del mal inclinándose por esta doctrina que negaba el libre albedrío y atribuía la acción del mal a un principio ajeno.
Dejó los estudios, prefirió la carrera de letras, y San Posidio nos cuenta que regresó a Tagaste a "enseñar gramática". Pero Mónica deploraba profundamente la herejía de Agustín y no lo habría aceptado ni en su casa ni en su mesa si no hubiera sido por el consejo de un santo obispo, quien declaró que "el hijo de tantas lágrimas no puede perecer". Poco después Agustín fue a Cartago, donde continuó enseñando retórica. En este escenario más amplio, su talento resplandeció aún más y alcanzó plena madurez en la búsqueda infatigable de las artes liberales. Agustín se desencantará tiempo después de la doctrina maniquea.

Su crisis religiosa se resolvería en Italia, bajo la influencia de Ambrosio. En el año 383, a la edad de veintinueve años, Agustín parte a Roma; su madre sospechara su partida y estaba determinada a no separarse de él, mas él recurrió al subterfugio de embarcarse escabulléndose por la noche. Recién llegado a Roma cayó gravemente enfermo; al recuperarse abrió una escuela de retórica, mas como los estudiantes le engañaban presentó una solicitud a una cátedra vacante en Milán, la obtuvo y Sínmaco, el prefecto, lo aceptó. Cuando visitó al obispo Ambrosio se sintió tan cautivado por la amabilidad del santo que comenzó a asistir con regularidad a sus discursos. Sin embargo, antes de abrazar la Fe, Agustín sufrió una lucha de tres años en los que su mente atravesó varias fases distintas. Primero se inclinó hacia la filosofía de los académicos con su escepticismo pesimista; después la filosofía neoplatónica le inspiró un genuino entusiasmo. Así fue como atravesó un último período de lucha y angustia. Finalmente, la lectura de las Sagradas Escrituras le iluminaron la mente y pronto le invadió la certeza de que Jesucristo es el único camino de la verdad y de la salvación.

Saturday, March 25, 2006

Síntesis de la encíclica "DEUS CARITAS EST"

“Dios es amor; quien está en el amor, habita en Dios y Dios habita en él” (1 Jn 4, 16). Estas palabras, con las que comienza la encíclica, expresan el centro de la fe cristiana. En un mundo en el cual al nombre de Dios se le asocia a veces con la venganza o incluso el odio y la violencia, el mensaje cristiano del “Dios Amor” es de gran actualidad.

La Encíclica está articulada en dos grandes bloques. La primera ofrece una reflexión teológico-filosófica sobre el “amor” en sus diversas dimensiones (eros, philia, ágape), precisando algunos datos esenciales del amor de Dios por el hombre y de la relación intrínseca que este amor tiene con el amor humano. La segunda parte trata del ejercicio concreto del mandamiento del amor al prójimo.

Primera parte

El término “amor”, una de las palabras más usadas y de las cuales más se abusa en el mundo de hoy, abarca un vasto campo semántico. Sin embargo, en la multiplicidad de significados, emerge como arquetipo del amor por excelencia el que se da entre el hombre y la mujer, que en la antigua Grecia recibía el nombre de “eros”. En la Biblia, y sobre todo en el Nuevo Testamento, se profundiza en el concepto de “amor”; un desarrollo que se expresa al margen de la término “eros” en favor del término “ágape”, para expresar un amor oblativo. Esta nueva visión del amor, que es una novedad esencial del cristianismo, a menudo ha sido valorada de forma absolutamente negativa como rechazo del “eros” y de la corporeidad, la expresión es afortunada, pues trasciende un amor que podríamos llamar “primario” elevándolo a un “sublime” amor.
El “eros”, puesto en la naturaleza del hombre por su mismo Creador, tiene necesidad de disciplina, de purificación y de maduración para no perder su dignidad original y no degradarse en puro “sexo”, convirtiéndose en una mercancía. La fe cristiana siempre ha considerado al hombre como un ser en el cual espíritu y materia se compenetran mutuamente, extrayendo de esto una nueva nobleza. El desafío del “eros” puede considerarse superado cuando, en el hombre, cuerpo y alma se encuentran en perfecta armonía.
Entonces el amor se convierte en “éxtasis”; pero “éxtasis” no en el sentido de euforia pasajera, sino como éxodo permanente del yo recluido en sí mismo, hacia su liberación en el don de sí, y precisamente de esta forma, hacia el encuentro de sí mismo, y también hacia el descubrimiento de Dios: de esta forma el “eros” puede elevar al ser humano “en éxtasis” hacia lo Divino. En definitiva, “eros” y “ágape” exigen que no se les separe nunca completamente al uno del otro, al contrario, cuano más ambos, aunque en dimensiones diversas, encuentran su justo equilibrio, tanto más se realiza la verdadera naturaleza del amor. A pesar de que el “eros” inicialmente es sobre todo deseo, al acercarse después a la otra persona, se preguntará cada vez menos sobre sí mismo, buscará cada vez más la felicidad del otro, si donará y deseará “ser para” el otro: así se inserta en él y se afirma el momento del “ágape”.

En Jesucristo, que es el amor encarnado de Dios, el “eros”-“agape” alcanza su forma más radical. En a muerte en cruz, Jesús, donándose para levantar y salvar al hombre, expresa el amor de la forma más sublime. A este acto de ofrecimiento, Jesús le ha asegurado una presencia duradera a través de la institución de la Eucaristía, en la que, bajo las especies del pan y del vino, se dona a sí mismo como nuevo maná que nos une a Él. Participando en la Eucaristía, también nosotros somos implicados en la dinámica de su donación. Nos unimos a Él y al mismo tiempo nos unimos a todos los otros a quienes Él se dona; nos convertimos así en “un solo cuerpo”. De esta forma, el amor a Dios y el amor al prójimo están verdaderamente unidos. El doble mandamiento, gracias a este encuentro con el “ágape” de Dios, ya no es sólo exigencia: el amor puede ser “mandado” porque primero se ha donado.

Segunda parte

El amor al prójimo enraizado en el amor de Dios, más que tarea para el fiel, lo es para la entera comunidad eclesial, que en su actividad caritativa debe reflejar el amor trinitario. La conciencia de tal deber ha tenido relevancia constitutiva en la Iglesia desde sus inicios (cfr Hch 2, 44-45) y bien pronto se manifestó también la necesidad de una cierta organización como presupuesto para su cumplimiento eficaz. Así, en la estructura fundamental de la Iglesia, emergió la “diaconía” como servicio del amor al prójimo ejercido de modo comunitario y de forma ordenada –un servicio concreto, pero al mismo tiempo también espiritual (cfr Hch 6, 1-6). Con la progresiva difusión de la Iglesia, este ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales. La íntima naturaleza de la Iglesia se expresa así en una triple tarea: el anuncio de la Palabra de Dios (“kerygma-martyria”), la celebración de los Sacramentos (“leiturgia”), y el servicio de la caridad (“diakonia”). Son tareas que se presuponen mutuamente y que no pueden separarse una de otra.

Desde el siglo XIX, contra la actividad caritativa de la Iglesia se ha levantado una objeción fundamental: ésta estaría en contraposición –se ha dicho- con la justicia, y acabaría por actuar como sistema de conservación del “status quo”. Con el cumplimiento de obras individuales de caridad, la Iglesia favorecería el mantenimiento del sistema injusto existente, haciéndolo de alguna forma soportable y frenando así la rebelión y el cambio potencial hacia un mundo mejor. En este sentido el marxismo había puesto en la revolución mundial y en su preparación la panacea para la problemática social –un sueño que con el transcurrir del tiempo se ha desvanecido. El magisterio pontificio, empezando por la Encíclica “Rerum novarum” de León XIII (1891), hasta la trilogía de las Encíclicas sociales de Juan Pablo II (“Laborem exercens” [1981], “Sollicitudo rei socialis” [1987], “Centesimus annus” [1991]), ha afrontado con creciente insistencia la cuestión social, y en la confrontación con situaciones problemáticas siempre nuevas, ha desarrollado una doctrina social muy articulada, que propone orientaciones válidas más allá de los límites de la Iglesia.

Con todo, la creación de un orden justo de la sociedad y del Estado es la tarea central de la política, por tanto no puede ser el cometido inmediato de la Iglesia. La doctrina social católica no pretende conferir a la Iglesia un poder sobre el Estado, sino simplemente purificar e iluminar la razón, ofreciendo su propia contribución a la formación de las conciencias, de manera que las verdaderas exigencias de la justicia puedan ser percibidas, reconocidas y también realizadas. A pesar de ello no existe ningún ordenamiento del Estado, por justo que sea, que pueda hacer superfluo el servicio del amor. El Estado que quiere proveer de todo se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar la contribución esencial de la que el hombre que sufre – cada hombre– tiene necesidad: la amorosa dedicación personal. Quien quiere desembarazarse del amor, se dispone a desembarazarse del hombre en cuanto hombre.

En nuestra época, un efecto positivo colateral de la globalización se manifiesta en el hecho de que la solicitud por el prójimo, superando los confines de las comunidades nacionales, tiende a alargar sus horizontes al mundo entero. Las estructuras del Estado y las asociaciones humanitarias secundan de diversas maneras la solidaridad expresada por la sociedad civil: así se han formado múltiples organizaciones con fines caritativos y filantrópicos. También en la Iglesia Católica y en otras Comunidades eclesiales han surgido nuevas formas de actividad caritativa. Entre todas estas instancias es de auspiciar que se establezca una colaboración fructífera. Naturalmente, es importante que la actividad caritativa de la Iglesia no pierda su propia identidad, disolviéndose en la organización asistencial común y convirtiéndose en una simple variante, sino que mantenga todo el esplendor de la esencia de la caridad cristiana y eclesial. Por ello:

- La actividad caritativa cristiana, más allá de su competencia profesional, debe basarse en la experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazón del creyente suscitando en él el amor por el prójimo.

- La actividad caritativa cristiana debe ser independiente de partidos e ideologías. El programa del cristiano – el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús– es “un corazón que ve”. Este corazón ve de dónde hay necesidad de amor y actúa de modo consecuente.

- La actividad caritativa cristiana, además, no debe ser un medio en función de lo que hoy viene señalado como proselitismo. El amor es gratuito; no viene ejercido para alcanzar otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por así decirlo, dejar a Dios y a Cristo aparte. El cristiano sabe cuando es el tiempo de hablar de Dios y cuándo es justo hacer silencio sobre Él y dejar hablar sólo al amor. El himno a la Caridad de San Pablo (cfr 1 Cor 13) debe ser la “Carta Magna” del entero servicio eclesial para protegerlo del riesgo de convertirse en puro activismo.

En este contexto, y frente la inminente secularismo que puede condicionar también a muchos cristianos empeñados en el trabajo caritativo, hay que afirmar la importancia de la oración. El contacto vivo con Cristo evita que la experiencia de la desmesuración de las necesidades y de los límites del propio trabajo puedan, por un lado, empujar al trabajador a la ideología que pretende realizar lo que Dios, aparentemente, no consigue o, por otro lado, convertirse en tentación a ceder a la inercia y a la resignación. El que reza no desperdicia su tiempo, aunque la situación parezca empujar únicamente a la acción, y no pretende cambiar o corregir los planes de Dios, sino que busca –con el ejemplo de María y de los Santos- alcanzar en Dios la luz y la fuerza del amor que vence toda oscuridad y egoísmo presente en el mundo.

Thursday, March 16, 2006

CATEQUESIS 3 DE CONFIRMACIÓN




Citas bíblicas

Efesios 4, 1-7
1 corintios 12, 4-11
Marcos 8, 1-9
Génesis 1
Mateo 25, 32-46

¿Cuál debe ser mi respuesta en el futuro a la realidad de un mundo que avanza a pasos agigantados en la ciencia y el conocimiento, pero que parece retroceder en humanidad?

¿Cuál es mi respuesta desde la vivencia cristiana al presente?

¿Qué significa compromiso?

CATEQUESIS 3 DE PRIMERA COMUNIÓN




1. Se pide a los padres que extracten citas bíblicas y que ayuden a los niños a modo de ejercicio y práctica a buscarlas.

2. Se pide a los padres que repasen con los niños el índice de la Bibvlia, para que se familiaricen con el nombre y ubicación de los libros.

3. Se pide a los padres que cada noche al acostarse los niños les lean o relaten un pasaje bíblñico del Nuevo Testamento.

Tuesday, February 28, 2006


RESEÑA HISTÓRICA DE LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA
YOPAL - CASANARE.

Los orígenes de la parroquia se remontan al año 1981, cuando los vecinos del barrio la Campiña se reúnen y deciden fundar una capilla para este sector de la capital casanareña. Con el aval de Monseñor Olavio López Duque y las autoridades municipales de la época se da inicio al proyecto. La primera Piedra la bendijo el Señor Nuncio Monseñor Angelo Acerbi, el 2 de febrero de 1982, y su primer párroco fue el padre Juan Nepomuceno Ochoa, del clero secular quien tomó posesión de la parroquia el 8 de febrero de 1985. Después del padre Ochoa, siguieron atendiendo la parroquia desde la catedral principalmente los frailes agustinos recoletos Euben Capacillo, y José Luis Domaica, y ya, con residencia en la parroquia el Padre Marcos Cárdenas del clero secular, quien inicia la construcción del nuevo templo, dejándolo en obra negra a su salida.

El 12 de febrero de 1997 los Agustinos Recoletos dejamos la Catedral San José de Yopal, para tomar la parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, en el barrio de la Campiña en Yopal. En 1997 la Provincia de la Candelaria recibe a perpetuidad la parroquia según el convenio realizado con el Señor Obispo, siendo el primer Párroco agustino recoleto Fr. José Alejandro Castaño Arbelaez; es en esta nueva etapa de la parroquia que se inaugura el nuevo templo parroquial.

Desde 1997 la parroquia tiene como directos responsables de la pastoral a los frailes agustinos recoletos quienes con mucho cariño y esfuerzo han luchado por llevar a los yopaleños de este sector, la palabra de Dios. Desde 1997 hasta el año 2006 han regentado la parroquia Fr. Alejandro Castaño, Fr. Jairo Gordillo, Fr. Gabriel Ángel Palacio, Fr. Rafael Arango y Fr. Víctor Montenegro.

Gracias a la dedicación y el trabajo de los religiosos la Parroquia ha ido tomando identidad como parroquia agustiniana. Actualmente la vida parroquial la mueven los grupos de: Sine (3 comunidades y 1 semillero), Legión de María (2 praesidium), catequesis parroquial, ministerio de lectores, grupo de acólitos, infancia misionera, madres mónicas, grupo juvenil, ministerio musical, pastoral social (pastoral de la primera infancia, asistencia a infantes, mercado y ropero parroquial y proyecto de vivienda), pastoral vocacional. Además se atiende espiritualmente a los enfermos de la zona y el hospital de Yopal, así como el acompañamiento de instituciones educativas.

De otro lado valga mencionar que en el año 2003 se inauguró, aledaña a la parroquia, d la casa de paso San Ezequiel Moreno para los religiosos misioneros.

Tuesday, February 21, 2006



ORACIÓN POR LAS VOCACIONES AGUSTINIANAS


Señor Jesús, que inspiraste a San Agustín el deseo de servirte fielmente como sacerdote y como religioso: te pedimos infundas en los corazones de los jóvenes el deseo de seguir sus pasos y servirte a Ti y tu Iglesia extendiendo tu nombre y tu mensaje. Que vives y reinas por los siglos de los siglos Amén.


AGUSTINOS RECOLETOS
Cll. 25 # 9 – 38 Tel. 6357373
La Campiña -Yopal
vocaciones@agustinosrecoletos.com.co